sábado, 11 de noviembre de 2006

Sin complejos, pero sin excesivas pretensiones

Hola,

Finalmente he caído en las redes de esa ambivalencia y esquizofrenia propia de la bloggosfera (o comoquiera se llame): la repulsión propia hacia un fenómeno que se populariza (en el sentido más negativo del término, entendiendo popularización como espacio abierto a la mediocridad propia de un exceso de oferta), pero a la vez la atracción hacia una forma de uso de las nuevas tecnologías como vía de expresión, comunicación, diálogo e intercambio (¡Dios, que jipi sueno!). Eso sí, sin pretensión alguna (como mínimo a priori) de caer en el proselitismo fácil y descarado o en el uso del blog como correa de transmisión de terceras personas o entidades (véase los contenidos de muchos de los bloggs de militantes o simpatizantes de partidos políticos durante las últimas elecciones autonómicas en Catalunya: lícito, pero detestable al mercantilizar un espacio de supuesta individualidad). Atención: con esto no quiero posicionarme en una postura absurda, onanista y estérilmente ácrata, y seré uno de los primeros en utilizar este blog como sistema de difusión de propuestas y posturas que considere loables y dignas de ser comentadas, pero siempre desde un punto de partida que respete la idiosincrasia individualista del blog.

¿Qué encontraréis en este blog? Sobretodo mucha incorrección política (intentando no faltar el respeto a nadie, pero sin caer en ese relativismo neutro y post-moderno que nos está descafeinando a todos) y reflexiones sobre todos aquellos temas que conforman mi particular cosmovisión: la política internacional, la música, el cine (sobre todo el mal llamado "casposo"), la prensa del corazón, la televisión (con especial relevancia a la mal llamada "basura") y el humor. En definitiva, una incorrección totalmente necesaria para interactuar dialécticamente con esa corrección sosa de la que antes os he hablado y que nos sirva de motor para no convertirnos en uvas-pasa mentales e intelectuales.

¡Viva lo rancio! (expresión emitida por Anatoli Karpov en La Hora Chanante).

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